Una madre primeriza de un bebé de un mes publica en el muro de una
red social:
“Ariel, se duerme sólo en mis brazos, se me va
a poner difícil la situación….”
Y rápidamente surgen comentarios de
las amigas y conocidas:
Amiga 1: aunque te
duela y te vuelva loca, déjalo llorar en
su cuna. A mí la pediatra me decía: “no
se va a herniar por llorar un rato”. Si
lo levantas todo el tiempo te vas a enloquecer.
Mamá primeriza:
Pero es que me dijeron que si lo dejo llorar va a crecer muy inseguro y que por eso tengo que
levantarlo apenas llore. Eso dicen las nuevas escuelas de psicología, ¿será
así?
Amiga 1: No es
tan así, hablale así sabe que estás con él.
¿Cómo piensas que hago yo con los dos chicos chiquitos? Si no, no puedes
hacer nada en la casa.
Amiga 2: estoy de
acuerdo, los chicos no crecen inseguros
por solo llorar. A veces es necesario
que lloren, son cosas que deben
atravesar, eso hace que crezcan. Lo de la inseguridad pasa por otros órdenes
de la vida. Con ese criterio deberías dejar
tu vida de lado para estar a la orden de Ariel y si bien en algunos casos es así
la realidad es que él es una persona chiquita pero persona. Ariel
se adapta a vos no vos a él. Es así…
¿A quién escucha esta mamá? ¿A quienes escucharon y conformaron estas
mamás que opinan?
Una madre que atraviesa el puerperio se encuentra envuelta en una cascada hormonal
muy fuerte, sus instintos están a flor de piel, si ella se permite dejarlos
aflorar. Y esa misma naturaleza es la
que le va a indicar aquello que es mejor para su hijo. La naturaleza brinda al niño el llanto para
indicarle a su madre que necesita algo, que así no se siente bien, que tiene
hambre o sueño o frio o que necesita
sentirse cerca de ella como lo estaba en el útero materno días atrás. Los humanos no terminamos de madurar dentro
del vientre. Necesitamos muchos meses
más para hacerlo. Y para ello dependemos
plenamente de otro ser humano, nuestra madre. No podemos hacer nada sin ella hasta dentro
de muchos meses. Si un bebé llora,
entonces, es porque no está confortable.
Dentro del útero tenía todas sus necesidades satisfechas. No tenía hambre, no sentía ni frio ni calor, estaba
continuamente mecido por los movimientos del
cuerpo de su madre y acunado por los sonidos de su vientre y su
corazón.
Apenas nace, el niño se enfrenta
con todas estas necesidades y se encuentra absolutamente indefenso. Ya no están los movimientos ondulantes del
útero, los sonidos cálidos. Su psiquismo
comienza ahora a formarse, no tiene aún recursos para enfrentar la espera. Si llora y su madre no acude pronto (porque
por ejemplo le dicen que si así lo hace el niño va a ser un malcriado o que el
bebé es el que debe adaptarse a su madre)
se siente abandonado y absolutamente vulnerable. Y
sabe instintivamente que si no obtiene
ayuda a través del llanto, sencillamente se muere. No sabe que su madre va a acudir de todas
formas en algún momento. Eso lo sabemos nosotros, los adultos. No un
recién nacido. Su instinto lo hace
llorar porque nos necesita. Recordemos que sólo, simplemente no podría sobrevivir.
Con el tiempo y la repetición de estas experiencias donde se lo deja
llorar, aunque sea unos minutos, el
niño aprende que sus pedidos no son
tomados en cuenta. Recordemos que su
psiquismo aún no comprende todos los motivos que dan las amigas, las abuelas,
los pediatras. Y además de lo doloroso
y angustiante que resulta, ésto sienta
las bases para una personalidad insegura y con una autoestima baja: lo que yo pido no vale, lo que siento no
importa, no es tomado en cuenta…
Si esto continúa en estos términos, el bebé, el niño y luego el adulto
deja de expresar lo que siente, de pedir lo que necesita, de valorar aquello
que le es propio.
La oxitocina es la hormona del amor y el apego. La misma se encuentra elevada durante el
embarazo y en mayor medida cuando se desencadena el parto y en los momentos
posteriores al mismo. Por ejemplo, se secreta cuando el bebé lactante estimula los pezones
de la madre. La oxitocina como
neurotransmisor es responsable de las conductas maternantes. El deseo físico de estar con el bebé, de
cuidarle y protegerle es debido a la oxitocina. Y aumenta cada vez
que la madre tiene al niño cerca de ella.
Creando así un círculo de apego que hace que cada vez que la madre tiene
a su hijo cerca suyo sienta más ternura y deseos de cuidarlo. Si no lo tiene cerca, ese deseo se va
apagando y hay más espacio para que todo lo que digan los de afuera (con las mejores intenciones) sea más fuerte
y “el círculo de amor mamá-bebé” se
debilite. A su vez, el bebé produce
oxitocina cuando se lo mima, cuando se le canta, cuando se lo acuna. La oxitocina es antagonista de la adrenalina
y de otras hormonas del estrés, y por tanto
reduce la ansiedad y genera calma y sensación
de bienestar.
¿Y las tareas de la casa y las compras quién las hace? Alguien que nos ayude en la casa si tenemos la
posibilidad, mientras la madre se ocupa del niño, alguna abuela, alguna amiga,
el papá del bebé si está y algunas cosas también la mamá. Con el bebé bien cerquita, usando un
portabebés, buscándole la vuelta…. ¿quién dijo qué es fácil? no todo va a poder estar ordenado como antes, no siempre
se llega a lavar, a cocinar. Pero estos primeros momentos en la vida de un bebé y sus
padres no vuelven más. ¿Valdrá la pena
dejar algunas cosas de lado? ¿elegir
vivir con intensidad este momento de la vida en donde la cercanía y el piel con
piel son definitorios?
A medida que el niño crece comienza a tener mayor tolerancia a la
frustración y puede esperarnos. Comienza
a entender que aunque la mamá no acuda al instante, no significa que no va a venir nunca. Comienza a poder hacer más cosas solo, y
podemos hacer otras cosas junto a él.
Y la madre primeriza de nuestro ejemplo ¿qué quiere? ¿Qué siente?
Se lo pregunto.
Madre primeriza: mi
corazón me dice que lo abrace, que lo
levante, que lo acune….
¿Y por qué no nos escuchamos? ¿Será que nuestros deseos no son
importantes? ¿Por qué desconfiamos de ellos
y aceptamos con más facilidad lo que dicen terceros? ¿Por qué
luchamos por recuperar rápido nuestra independencia, si tener hijos implica que ellos dependen de
nosotros muchos años? ¿Y qué tal si mientras
tanto disfrutamos de esta montaña rusa de emociones y sensaciones?
¿Qué nos estará pasando que tratamos una y otra vez de ahogar nuestros
sentimientos, nuestros instintos más básicos? Aquellos que nos hacen bien y justamente
aquellos que se acoplan perfectamente a
las necesidades del bebé y le permiten crecer seguro, confiado y amado.
Valeria Wesler
etapa inmediata al parto hasta alrededor de los 40
días posteriores al mismo.