Ese momento, en que mamá y niño dejamos de
ser dos para ser uno. Y volvemos a ser dos que nos amamos, nos miramos,
nos sumergimos uno en el otro. Ese espacio sagrado, sencillo, tan cerca
de la tierra como del cielo. Tan simple y tan profundo. En donde estamos
solos a pesar del mundo. Y muy acompañados. Abrazados siempre, sin barreras de lugar, horarios, tormentas o sol claro. No necesitamos más que nuestros cuerpos. Tan simple y tan
profundo. Tan íntimo. Tan nuestro.
Valeria
Valeria
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