jueves, 13 de junio de 2013

Vínculo temprano madre-hijo: implicancias presentes y futuras


Una madre primeriza  de un bebé de un mes publica en el muro de una red social:


“Ariel, se duerme sólo en mis brazos, se me va a poner difícil la situación….”

Y rápidamente surgen comentarios de las amigas y conocidas:

Amiga 1: aunque te duela y te vuelva loca, déjalo  llorar en su cuna.  A mí la pediatra me decía: “no se va a herniar por llorar un rato”.  Si lo levantas todo el tiempo te vas a enloquecer.

Mamá primeriza: Pero es que me dijeron que si lo dejo llorar va a crecer muy  inseguro y que por eso tengo que levantarlo  apenas llore.  Eso dicen las nuevas escuelas de psicología, ¿será así?

Amiga 1:   No es tan así, hablale así sabe que estás con él.  ¿Cómo piensas que hago yo con los dos chicos chiquitos? Si no, no puedes hacer nada en la casa.

Amiga 2: estoy de acuerdo,  los chicos no crecen inseguros por solo llorar.  A veces es necesario que lloren,  son cosas que deben atravesar, eso hace que  crezcan.  Lo de la inseguridad pasa por otros órdenes de la vida.  Con ese criterio deberías dejar tu vida de lado para estar a la orden de Ariel y si bien en algunos casos es así la realidad es que él es una persona chiquita pero persona.   Ariel se adapta a vos no vos a él.   Es así…

¿A quién escucha esta mamá? ¿A quienes escucharon y conformaron estas mamás que opinan?

Una madre que atraviesa el puerperio [1]  se encuentra envuelta en una cascada hormonal muy fuerte, sus instintos están a flor de piel, si ella se permite dejarlos aflorar.  Y esa misma naturaleza es la que le va a indicar aquello que es mejor para su hijo.  La naturaleza brinda al niño el llanto para indicarle a su madre que necesita algo, que así no se siente bien, que tiene hambre o  sueño o frio o que necesita sentirse cerca de ella como lo estaba en el útero materno días atrás.  Los humanos no terminamos de madurar dentro del vientre.  Necesitamos muchos meses más para hacerlo.  Y para ello dependemos plenamente de otro ser humano, nuestra madre[2].  No podemos hacer nada sin ella hasta dentro de muchos meses.  Si un bebé llora, entonces, es porque no está confortable.  Dentro del útero tenía todas sus necesidades satisfechas.  No tenía hambre,  no sentía ni frio ni calor, estaba continuamente mecido por los movimientos del  cuerpo de su madre y acunado por los sonidos de su vientre y su corazón. 
Apenas nace,  el niño se enfrenta con todas estas necesidades y se encuentra absolutamente indefenso.  Ya no están los movimientos ondulantes del útero, los sonidos cálidos.  Su psiquismo comienza ahora a formarse, no tiene aún recursos para enfrentar la espera.  Si llora y su madre no acude pronto (porque por ejemplo le dicen que si así lo hace el niño va a ser un malcriado o que el bebé es el que debe adaptarse a su madre)  se siente abandonado y absolutamente vulnerable.     Y sabe instintivamente que si no obtiene  ayuda a través del llanto, sencillamente se muere.  No sabe que su madre va a acudir de todas formas en algún momento.   Eso lo sabemos nosotros, los adultos.   No un recién nacido.  Su instinto lo hace llorar porque nos necesita.    Recordemos que sólo,  simplemente no podría sobrevivir. 

Con el tiempo y la repetición de estas experiencias donde se lo deja llorar, aunque sea unos minutos,   el niño  aprende que sus pedidos no son tomados en cuenta.  Recordemos que su psiquismo aún no comprende todos los motivos que dan las amigas, las abuelas, los pediatras.   Y además de lo doloroso y angustiante que resulta,  ésto sienta las bases para una personalidad insegura y con una autoestima baja:  lo que yo pido no vale, lo que siento no importa, no es tomado en cuenta…
Si esto continúa en estos términos, el bebé, el niño y luego el adulto deja de expresar lo que siente, de pedir lo que necesita, de valorar aquello que le es propio. 

La oxitocina es la hormona del amor y el apego.   La misma se encuentra elevada durante el embarazo y en mayor medida cuando se desencadena el parto y en los momentos posteriores al mismo.  Por ejemplo, se secreta  cuando el bebé lactante estimula los pezones de la madre.  La oxitocina como neurotransmisor es responsable de las conductas maternantes.   El deseo físico de estar con el bebé, de cuidarle y protegerle es debido a la oxitocina. Y aumenta cada vez que la madre tiene al niño cerca de ella.  Creando así un círculo de apego que hace que cada vez que la madre tiene a su hijo cerca suyo sienta más ternura y deseos de cuidarlo.  Si no lo tiene cerca, ese deseo se va apagando y hay más espacio para que todo lo que digan los de afuera  (con las mejores intenciones) sea más fuerte y  “el círculo de amor mamá-bebé” se debilite.  A su vez,   el bebé produce oxitocina cuando se lo mima, cuando se le canta, cuando se lo acuna.   La oxitocina es antagonista de la adrenalina y de otras hormonas del estrés, y por tanto reduce la ansiedad y genera calma y sensación de bienestar.


¿Y las tareas de la casa y las compras quién las hace?    Alguien que nos ayude en la casa si tenemos la posibilidad, mientras la madre se ocupa del niño, alguna abuela, alguna amiga, el papá del bebé si está y algunas cosas también la mamá.  Con el bebé bien cerquita, usando un portabebés, buscándole la vuelta…. ¿quién dijo qué es fácil? no todo va  a poder estar ordenado como antes, no siempre se llega a lavar, a cocinar.  Pero estos  primeros momentos en la vida de un bebé y sus padres no vuelven más.  ¿Valdrá la pena dejar algunas cosas de lado?  ¿elegir vivir con intensidad este momento de la vida en donde la cercanía y el piel con piel son definitorios?

A medida que el niño crece comienza a tener mayor tolerancia a la frustración y puede esperarnos.  Comienza a entender que aunque la mamá no acuda al instante,  no significa que no va a venir nunca.  Comienza a poder hacer más cosas solo, y podemos hacer otras cosas junto a él. 

Y la madre primeriza de nuestro ejemplo ¿qué quiere?  ¿Qué siente?  Se lo pregunto. 

Madre primeriza: mi corazón me dice que lo  abrace, que lo levante, que lo acune….

¿Y por qué no nos escuchamos? ¿Será que nuestros deseos no son importantes? ¿Por qué desconfiamos de ellos  y aceptamos  con más  facilidad lo que dicen terceros? ¿Por qué luchamos por recuperar rápido nuestra independencia,  si tener hijos implica que ellos dependen de nosotros muchos años?  ¿Y qué tal si mientras tanto disfrutamos de esta montaña rusa de emociones y sensaciones?
¿Qué nos estará pasando que tratamos una y otra vez de ahogar nuestros sentimientos, nuestros instintos más básicos? Aquellos que nos hacen bien y justamente aquellos que  se acoplan perfectamente a las necesidades del bebé y le permiten crecer seguro, confiado y amado. 

Valeria Wesler






[1] etapa inmediata al parto hasta alrededor de los 40 días posteriores al mismo.

[2] Hablamos de madre como rol.  El niño va a buscar a su mamá biológica y si ésta no está, tomamos a la madre como aquella persona que desempeñe ese rol:   padre, madre adoptiva o padre adoptivo, abuela, tía, etc.

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